En un documento del 1153, el rey Alfonso VII, a petición del Conde Fernando Pérez de Traba, dona al presbítero Pelayo Bermúdez, el desaparecido Monasterio de San Martiño de Piñeira, la también desaparecida villa de «Lupiam», los bosques con olivos, aguas, molinos y demás pertenencias, desde el río Lor al Sil, y la mitad de Trasmonte.
En el mismo documento se señalan sus límites: “Desde Villa Plana (Vilachá) a Ambas Mestas (Augasmestas) por el regato de Feruginetum (Fuluxento) y por el río Sil a Agares (Lagares) y desde aquí a Villa Plana (Vilachá).
Esta donación comprendía la ribera de Vilachá: Lagares, Val do Frade y Eivedo, y los pueblos de Trasmonte y Lupián, al que la tradición sitúa en la ribera del Val do Frade, entre el Souto do Loxo y el regato de la Antexida. Lo mismo sucede con el Monasterio de San Martiño de Piñeira, al que se sitúa en la misma ribera del Val do Frade.
La roturación de las viñas y la construcción de las bodegas de Vilachá, comenzó a mediados del siglo XIII, cuando monjes del Monasterio de Montederramo, se trasladaron al Monasterio de San Martiño de Piñeira, para hacerse cargo de las posesiones, tierras y cultivos que se habían donado.
Estos monjes, tenían un especial interés por la roturación de nuevas tierras e implementación del cultivo de la vid en zonas poco apropiadas para otros cultivos, como es el caso de la ribera de Vilachá de Salvadur.
En Vilachá y a unos 2 Km de las viñas, en un bosque de arces, robles, sauces, alisos y olmos, en la marguen izquierda del arroyo de las Abelairas, los monjes de Montederramo edificaron las bodegas de Vilachá, conjunto único en la Ribeira Sacra, declarado en 1984 conjunto de interés histórico–artístico.
Son bodegas de piedra y tejados de pizarra con sus puertas orientadas al norte, capaces de mantener en el interior una temperatura baja y constante que favorece la conservación del vino.
En 1885 con la desamortización de Mendizabal, los monjes fueron expulsados y las bodegas se dividieron tapiando las puertas laterales interiores, repartiendo así las resultantes bodegas más pequeñas, entre los vecinos de Vilachá.
En ellas aún se conserva el vino criado en la abrupta Ribeira Sacra del Sil y se celebra la Cata del Vino de Vilachá cada primer domingo de Mayo.